viernes, 21 de agosto de 2009

Entremés beligerante, duda por antonomasia de todo, nunca abras las alas a la imprudente libertad, porque encontrarás tu condena, hallarás tu suerte y no podrás soportar el yugo de tu impetuosa vehemencia. Naces en la indigencia y lo ignoras, incluso desconoces que eres un imbécil ignorante, por ello, cuando te das cuenta, no eres capaz de aceptarlo, no tienes la fuerza, lo evades, le das la espalda. Maldito frenesí, cobarde sin remedio.
Ingenuidad o estupidez, qué piensas, qué eres, sino un mero reflejo de una banalidad inherente, de una abnegación reprimida, un enajenado
entre la nada y el resto. Abre tus ojos, despierta, abrázate como una simple palabra, como una simple acepción de una nada impotente, incontingente y antropófaga. Añora la muerte, búscala y vive el desliz que te produzca, destruye el parangón material que te ata a tus deseos y esperanzas, date cuenta que no los tienes, sólo son presunciones, conjeturas aberrantes. Es tarde, pero al final has aceptado que no eres más que un vaivén interminable, intrascendente que se ha dado cuenta que es prescindible, ignorante y sin la fuerza rimbaudiana para afrontar su farragosa y decadente realidad

No hay comentarios:

Publicar un comentario